sábado, 3 de marzo de 2012

EN EL REY DE NAJAYO, MUCHOS PERSONAJES ACTUAN DE ESPALDAS

Por Johnny Arrendel

Lo primero es recomendar a los residentes en el país ver la película “El Rey de Najayo”, en la seguridad de que constituye un buen intento de recrear realidades que inciden en nuestra sociedad.

Definitivamente este filme parte de un proyecto serio, y se inspira en sucesos muy recientes que aun gravitan con impacto en el discurrir nacional.

Es preciso reconocer que la visualización de esta producción puede ser una experiencia gratificante para el público promedio, y provechosa por su carga moral.

Pero también hay que admitir que el proyecto se quedó corto en el intento de constituirse en el gran filme dominicano que todos esperamos, capaz de amoldarse a los estándaresinternacionales de calidad.

Lo primero es que Fernando Báez pone de manifiesto debilidades para relatar una historia en el orden dramático, no por el ritmo (aunque si, hay numerosos saltos de edición), sino porque por años se acostumbró a hacer documentales, con mayor énfasis en la descriptiva.

Es decir, que Báez no se ha autoentrenado en hacer uso intenso de los detalles gestuales, para enfatizar el lenguaje cinematográfico, y en cambio se apoya mas en lo ambiental o circunstancial.

Por el momento, no podría decirse que es un discípulo aventajado del legendario Orson Welles, creador del mítico film Ciudadano Kane.

Por eso, para los primeros planos depende casi de manera exclusiva del gran angular, que como todo el que ha estudiado o trabajado fotografía conoce, es un lente que distorsiona los objetos o partes del cuerpo humano que le queden adyacentes.

Para colmo, en esas tomas, por lo regular las cabezas de los actores, y por ende sus caras quedaron fuera de plano, y así no logran transmitir todo lo que debieran al espectador.

La situación es mas grave aún. El cine, es la conjunción de un arte con una técnica, pero a su vez conjuga en si mismo todas las demás artes y recursos técnicos.

En ese sentido, la cinematografía tiene en el teatro, o sea, en la dramatización sustentada en diálogos y en la expresión corporal, su esencia.

Por tanto, aunque de manera relativa y nunca absoluta, el cine puede asumir reglas del teatro, como aquella de que un actor de espaldas o en el suelo está fuera de escena.

A menos que así lo marque de manera especifica el libreto. Y es que la mayoría de los parlamentos de los actores de El Rey Najayo fueron tomados por la cámara con el personaje de espalda, es decir, fuera de escena, sin poder reforzar su actuación con otra cosa que no fuera la voz.

Uno se pregunta: ¿Cómo es que se produjo este entuerto? Parecería que Fernando Báez trabajó sin asistente de dirección, y que cada día declinaba revisar las escenas filmadas en la jornada.

Hay otros fallos, a mi entender relacionados con el audio y los parlamentos. Por ejemplo, la mayoría de las escenas de grupo comienzan con el sonido de conversaciones, sin los personajes en pantalla, lo que tiende a afectar la comprensión de la trama.

Además, claramente se nota que las voces de los actores son dobladas, aún fuera por ellos mismos, y el sonido ambiente no llega a reflejar muchos de los elementos visibles.

En cuanto a las actuaciones, Manny Pérez se mete dentro de su personaje y se notan los frutos del esfuerzo que confesó hizo para estudiarlo, acercándose a narcotraficantes verdaderos.

Sin embargo, Pérez perfiló su personaje de acuerdo a estereotipos que corresponden a México o Sudamérica, y no se parecen casi en nada al referente criollo en esas lides.

Comencemos por la barba descuidada. Si en lugar de abrevar entre las bandas criminales foráneas, Manny Pérez se hubiese internado en Capotillo y otros sitios calientes, el actor asentado en Hollywood descubriría que los narcos son los que marcan la pauta en cuanto a cortes de pelo de moda en el país.Con esa barba copiosa y un puro que se pasa fumando, Manny Pérez asemeja mas a Jack Veneno que a un capo dominicano.

Aunque Pérez manifiesta buen manejo escénico y gestual, su debilidad principal radica en su voz, ya que inflexiona muy poco y su acercamiento al habla de los residentes o nativos de la región Sur del país no tiene naturalidad y más bien parece un cibaeño.

Con relación a los co-protagonistas y roles secundarios, una vez más se demuestra lo poco enriquecedor que ha sido para el cine nacional la tendencia a inventar e improvisar actores a partir de gente sin formación.

Sucede otras veces que la falta de rigor en las actuaciones de intérpretes designados de dedo por los directores, productores o financistas de algunas de las películas locales se debe simplemente a la falta de talento.

LUZ GARCIA

Luz García es incapaz de dar intensidad dramática a sus escenas, y su orfandad histriónica se hace más que ridícula, patética, en escenas como cuando se entera de una donación millonaria que garantizará la cura de unos niños pobres que ella protege, y también cuando relata su dura vida al narcotraficante.

De su lado, Sergio Carlos no consigue en ningún momento entrar en su personaje. No domina su psicología, y sus escenas de cortejo e interacción con chicas atractivas se notan artificiales.

Una sorpresa agradable es la fuerza que logra transmitir Alicia Ortega al interpretarse a sí misma en una escena en la que imparte instrucciones al también presentador de noticias Gary Melson y a otra joven reportera.

En su breve parlamento, la cubana se hace sentir, por su capacidad de inflexión. No obstante, las escenas de otros periodistas reales que se ven y escuchan mientras reportan se hacen odiosas, por el molesto “cantaito” o afectación que es usual en el país.

Mención aparte merece el actor Rafael Estephan, como alto mando de la DNCD, quien se come una escena donde alecciona a otros altos oficiales en la lucha contra el negocio de las drogas, y logra romper la amenaza evidente de parecer panfletario.

Otro personaje bien logrado es el que realiza Laura García Godoy, como la asesina a sueldo, precisa e impasible, rubia y tatuada. También consiguen buenas actuaciones el joven que interpretó al mano derecha y principal gatillero del Rey de Najayo, y otro novel interprete que encarnó a un para-medico que desde la ambulancia transite al hospital sus graves condiciones de salud tras ser baleado en la cárcel.

Tomado del blog de Joseph Cáceres

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