En medio de un recio enfrentamiento público con Silvio Rodríguez y enarbolando su derecho a opinar sobre la realidad cubana, el cubano ofrece dos conciertos aquí
Pablo Milanés es noticia. El cubano aterriza en Santo Domingo para dos conciertos (29 en el Gran Teatro Regional del Cibao y 1ro en el Teatro Nacional) en un momento muy especial de su vida y carrera. Y no se trata de su voz, que conserva prodigiosamente, ni de un nuevo disco, ni de un concierto ya anunciado en esta tierra, en la que se le quiere.
La reciente actuación de Pablo Milanés en Miami fue todo un acontecimiento en la historia política, cultural y hasta sentimental que une a los cubanos que viven en la Cuba de Castro y a los que radican 90 millas más allá. Visto durante mucho tiempo como un estandarte de la Revolución Cubana, padre de la Nueva Trova, Pablo Milanés se presentó en el American Airlines Arena, algo que parecía imposible Y cantó. Por supuesto, obvió sus odas patrióticas y recurrió a sus temas más románticos para hechizar a las miles de personas que se concentraron (aunque no llenaron) el famoso anfiteatro.
En la acera del frete del Arena, un puñado de cubanos bandera en mano, protestaba por la presencia del cantautor en Miami. Otros, a solo metros del creador de Yolanda, le aplaudían a rabiar en una noche en la que las palabras sobraron. Pero el verdadero drama producto de todo lo que rodeó esta presentación, se gestaba en la mismísima Cuba.
Durante su gira por Estados Unidos, Pablo Milanés realizó declaraciones que subieron el tono a lo que ya venían diciendo. Milanés habló de cambios necesarios en la isla, criticó el maltrato que sufren las Damas de Blanco en Cuba, la autocensura en la prensa y el silencio de los intelectuales cubamos. E incluso, defendió su derecho a criticar: “Mis 53 años de militancia revolucionaria me otorgan el derecho, que muy pocos ejercen en Cuba, de manifestarme con la libertad que requieran mis principios y esa libertad implica que no tengo ningún compromiso a muerte con los dirigentes cubanos, a los que he admirado y respetado, pero no son Dioses, ni yo soy fanático, y cuando siento que puedo hacer un reproche y decir no, lo digo, sin miedo y sin reservas",
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