Tal vez lo maldiga y le de un sacudón de su sopor cada mañana. Puede que sea una contracción que le desbarata abruptamente el ensueño de dormir y lo devuelve con fanfarria a la mundana realidad de un día de trabajo.
Pero ya sea uno naturalmente madrugador o tenga el natural reflejo de pulsar la pausa temporaria de alarma repetidamente; ya sea que el suyo cuente con de agudos pitillos, que zumbe, repiquetee o dé trompetazos, es difícil de imaginar cómo la sociedad moderna comenzaría cada día sin el auxilio de los relojes despertadores.
En un mundo donde el tiempo es un bien cada vez más escaso, este aparato nos provee de una invaluable función, algo por lo que quizás deberíamos dar un más generoso agradecimiento.
Cada año, encuentra más formas de proliferarse de manera encubierta, disfrazado de radio, reloj digital, teléfono y televisor, todos ellos poseídos por el mismo espíritu del antiguo reloj , cada uno capaz de atizarnos o alertarnos en el instante más preciso.
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