Por Reginaldo Atanay
El maestro Zubin Mehta, hindú, oriundo de Bombay, y entonces director artístico de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, saluda, durante unos ensayos, al maestro Carlos Piantini, tras una recepción que el músico dominicano ofreció a la Filarmónica, en Santo Domingo
“Piantini debutó como director orquestal, dirigiendo la Filarmónica de Nueva York, donde él estaba, por años. En esa ocasión, dirigió el Réquiem, de Wolfang Amadeus Mozart. La obra también lleva un coro, y todo aquello fue fabuloso.”
Queens, N.Y. (Atanay.Com).-Ha poco, en un pueblo de la Florida, murió Carlos Piantini. El violinista. El músico, el director de orquesta. El jovial retozador del pentagrama… y de chistes. Aunque cuando fue creciendo como director, y se la asomaron algunos aires de importancia casi extrema, supo manejar ese quehacer, y luego, “se reinstaló en sí mismo”.
Cuando oímos decir que Carlos “estaba enfermo” y que por eso se había alejado de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) como su director titular, pensamos que “algo raro estaba metido en el macuto”. Y le enviamos un e-mail. Y le preguntamos: ¿Es cierto, o disgusto tuyo, eso de que estás enfermo?
Nos respondió:
- No, la vaina es cierta. Tengo problemas de los riñones. Me están aplicando diálisis. Estoy en casa de una hija…
Los chistes por e-mail se redujeron. Y notamos, sí, que el hombre comenzaba a descender anímicamente.
A Piantini lo conocimos… “hace un montón de años”. Desde cuando vivía, con Marién, la mamá de sus hijas, en la calle 65, casi esquina a la avenida West End, cerca del Lincoln Center, en Manhattan. Era una pareja aparentemente ideal, pero se divorciaron. (Cosas de la vida, dirá alguno de los filósofos de patio. O de parques).
Recordamos que luego, Marién (su mamá le puso ese nombre en honor a la reina aborigen), que en inglés la llamaban Marian, hija de una entrañable amiga y brillantísima compositora cibaeña: Mercedes Sagredo, nos dijo: “Carlos y yo nos divorciamos, pero seguiré llamándome Marién Piantini, como lo hizo Jacqueline Kennedy, que siguió llamándose así, pese a la muerte del marido que llevó ese apellido, y ya ella, casada con otro señor.
Carlos fue violinista de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, por unos doce años… hasta que “se le metió en la cabeza”, ser director orquestal. Cuando surgió esa aspiración, comenzaron a funcionar las relaciones de alto nivel con que cuenta el diseñador dominicano Oscar de la Renta. Y del doctor Plácido Acevedo Alfáu, quien a la sazón era presidente de la Institución del Niño Dominicano, que él fundó junto a la embajadora dominicana Quisqueya Damirón.
En esos ajetreos, supimos que a De la Renta le molestaba mucho que cuando se producían crónicas periodísticas alrededor de su persona, y lo calificaban de “modisto”. Porque el hombre como se siente cómodo es cuando lo definen como diseñador; no modisto. Y tiene toda la razón.
Piantini debutó como director orquestal, dirigiendo la Filarmónica de Nueva York, donde él estaba, por años. En esa ocasión, dirigió el Réquiem, de Wolfang Amadeus Mozart. La obra también lleva un coro, y todo aquello fue fabuloso. Recordamos que entonces, un crítico de The New York Times dijo que, al parecer, Carlos tuvo un respaldo total de la Orquesta, porque se trataba de “un compañero”. Una apreciación respetable, pero como que pretendía restarle el valor artístico que Carlos manifestó, batuta en mano.
La crítica, en general, fue buena. Y con razón.
El presidente Balaguer le envió un cablegrama, felicitándolo.
Luego, Piantini nos dijo que lo único a lo que él aspiraba, entonces, era que el Gobierno Dominicano lo nombrara embajador at large, para distribuir su arte por el mundo. El Gobierno Dominicano lo distinguió, y creemos que Carlos estuvo satisfecho.
Aunque Carlos y Marién se divorciaron, Mercedes Sagredo siguió sitiéndolo como un hijo. En la sala de Mercedes, de su casa en la calle 83, en Jackson, Heigths, en Queens, estuvo presidiendo la sala, siempre, un cuadro al óleo de Carlos, con violín, en sus comienzos, como músico.
En esa casa tuvimos el honor de estar muchas, muchas veces en reuniones de franca camaradería, de arte, y oyendo las nuevas composiciones de Mercedes, pues la mujer, era prolífica. Ella escribía sus composiciones, les ponía música, y a veces las cantaba, pero diciendo primero, siempre: “No tengo voz, ni para pedir auxilio.”
De aquella casa Mercedes salió no mucho tiempo después de la muerte de Carlos Rincón, su marido de decenas de años; hombre de un constante buen ánimo, decidor y hacedor de chistes. Tanto, que cuando murió, Mercedes creyó que era “un relajo de Carlos”.
Y fue que sucedió esto: Junto al comedor de la casa, había un pequeño baño, es decir, un cuartito, con inodoro y lavamanos. Esa noche, Mercedes y Carlos cenaron, y Mercedes, al terminar de comer, fue al bañito a lavarse la boca y las manos. Cuando regresó al comedor, encontró a Carlos tirado en el suelo, cuan largo era. -Carlos, Ombe, déjate de cosas. Levántate.
De inmediato pegó el grito al notar que su marido había muerto en segundos, víctima de un ataque cardíaco.
Carlos Piantini, dominicano. Y Carlos Rincón, venezolano. Sin ellos ser familia de sangre, se parecían mucho, por su carácter jocoso.
Celebramos que el Gobierno Dominicano decidiera poner el nombre de Carlos Piantini a la sala principal del Teatro Nacional, estando él vivo. Cuando eso sucedió, meses antes de su deceso, le enviamos un e-mail, felicitándolo.
-Voy a tratar de ir, pero no estoy seguro- nos repuso.
Hasta que poco después, se fue de este lado de la vida.
Meditación
Para la meditación de hoy: ¿Averiguaste bien quién eres? Recuérdate de la máxima del viejo Sócrates: “conócete a ti mismo”. Y es que al conocernos, “de a verdad”, sabemos el gran poder que nos ha dado Papá Dios, para hacer nuestro trabajo mientras estemos trabajando y estudiando en este lado de la vida.
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