El deterioro de algunos monumentos del Gran Santo Domingo representa una pérdida importante de nuestra historia e identidad como dominicanos
Hace más de cien años el escritor Pedro Henríquez Ureña escribió que “las mejores obras de arquitectura que posee la República son las de la época colonial, especialmente las iglesias y las casas señoriales de la ciudad de Santo Domingo”. Dicha afirmación, incluso tras tantos años, es respaldada por varios expertos de estos tiempos, que, sin embargo, a su vez fustigan el estado de deterioro y arrabalización en el que se encuentran varios de estos monumentos, que provocan la pérdida material de la historia nacional y reduce el factor adicional que también tienen como instrumentos que dinamizan la economía.
A principios de este año, la representación del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) en República Dominicana, presentó un calendario en el que señalaba doce patrimonios monumentales en peligro, de los cuales cuatro están en el Gran Santo Domingo: la Iglesia de Santa Bárbara, las ruinas del Convento de San Francisco y el Teatro Agua y Luz en el Distrito Nacional; la Casa Grande de Palavé en Santo Domingo Oeste; y el sitio de la fundación de la Villa de Santo Domingo, en la Zona Oriental.
De acuerdo con el representante de ICOMOS en el país, Edwin Espinal Hernández, estas infraestructuras están en estado de “abandono, vandalismo, vulnerables ante fenómenos naturales, faltos de mantenimiento, y son objeto de intervenciones inadecuadas”. Esta situación favorecería a la dilución de la identidad nacional, considerando que el patrimonio cultural, como indicó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en su “Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícita de Bienes Culturales” de 1970, este tipo de patrimonio “es uno de los elementos fundamentales de la civilización y la cultura de los pueblos”.
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