Por: Cholo Brenes
Santo Domingo.-Hace 14 años, un 11 de diciembre, moría el hombre que
más ha influido en la música de los barrios, en la música de los
campos.
Le decía a su hijo que tenía que dedicarse a dimensionar lo
amargo, el sentimiento de los dominicanos marginados, la sucesión del canto, del
dolor, del mal querer y en fin: “Del amargue del dominicano”.
En 1964,
justo después de la revuelta armada dominicana, el hombre que descendía de
padres que se dedicaban a la quincallería descubrió sus condiciones de locutor
popular y obedeciendo a sus creencias lo hizo conforme a las
mismas.
Busco a Venezuela y pidió importar discos de Jorge Negrete. Pidió
20, pero la TH de Venezuela dijo que tendría que despachar no menos de 50 y así
comenzó su negocio, su tienda de discos. Supo de la venta de un transmisor de 35
años de uso en la isla de Puerto Rico y lo adquirió.
Pero tenía que
ampliar su negocio, y en Jamaica compraba la maquinaria necesaria para
fabricarlos.
Más tarde adquiría la imprenta para las etiquetas y la
fabricación de los cartones de los LP. Tuve la suerte de conocerlos, a él, a su
pareja (Sunny), a empleados de su fábrica y al hijo.
En “La Guarachita”
cerré de septiembre a enero la fábrica para los discos de La Lambada que
interpretaba Sergio Vargas. Fue una de las fábricas que utilicé.
En 1991
Juan Luis Guerra nos traía la Bachata Rosa y ocho años después moría quien
durante 34 años dedicó su vida a decirle al mundo los amores y desamores del
hombre marginado de dominicana.
Le dijeron que él explotaba a los
artistas, también yo cometí ese error, pero al ver el estrangulamiento de las
payolas en mi país no debo de admitirlo.
La promoción que le dio a cada
uno de ellos hoy costaría millones de pesos.
A catorce años de su muerte
ninguno de los que hoy están: Juan Luis, Romeo, Prince Roye, etc… han tenido la
delicadeza y la honradez de reconocer el más grande promotor, desarrollador e
impulsador de la bachata en toda su expresión: Radhamés Aracena.
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