A sólo diez semanas de tomar el mando de la superpotencia mundial, aliados y enemigos de
Trump fue interrogado en enero pasado sobre las instalaciones nucleares de Irán, en el sentido de si las atacaría o confiaría en el acuerdo negociado de mantenerlas. “Quiero ser impredecible”, dijo Trump al insistir en que los electores debían apoyar – como finalmente lo hicieron – su peculiar estilo.
Washington buscan pistas en su agenda. En su único discurso sobre política extranjera en abril, Trump insistió en la virtud del “elemento sorpresa”, algo que parece vago, pero quizá sea intencional.
Expertos incluyen al novicio presidente electo en la corriente política aislacionista, uno de los ciclos de la política exterior estadounidense desde el siglo XIX. “Con Trump en la Casa Blanca, la política exterior de Estados Unidos debería desviarse netamente de lo que vimos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. O hacerse cada vez más caótica e incoherente. Dos opciones aterradoras”, advirtió Matteo Garavoglia, investigador de la Brookings Institution.
Su colega Thomas Wright, también de Brookings, teme que “Estados Unidos abandone su papel de líder del orden internacional” occidental. Y si ese “orden se hunde, nadie sabe donde terminará y las condiciones estarán dadas probablemente para una guerra mayor”, escribió el lunes, antes de la victoria de Trump.
Hacia el final de la campaña, Trump se burló repetidamente de la ofensiva iraquí, respaldada por EEUU, para liberar ciudad de Mosul. Cuestionó que los generales del presidente Barack Obama hayan avisado sobre el asalto 4 meses antes, alertando al grupo Estado Islámico.
“Qué grupo de perdedores tenemos”, dijo el sábado, mientras fuerzas iraquíes y kurdas, que son asesoradas y reciben apoyo aéreo de Estados Unidos, se acercaban a la ciudad. “Necesitamos pensar diferente”, dijo.
Tomado del HOY
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