Cierto día un Dominicano superintendente de un edificio del alto Manhattan en New York, viajo de vacaciones a su natal Republica
Dominicana, allí se recordó que en su lugar de trabajo había un montón de ratones que lo tenían al coger el monte, de ahí que se le ocurrió traer un gato desde el país para que le resolviera ese problema.
Después de mutuo acuerdo con el gato de que lo traería a New York “sin invertir ni un chele” o sea, “de aire, como Balbuena”, con la condición de que su comida estaba en los ratones del edificio.
Tan pronto llegaron aquí, el Súper lo soltó en el sótano y el gato comenzó a hacer su trabajo comiéndose todos los ratones que le pasaban por el lado, hasta que solo le quedaban dos ratones que no se dejaban agarrar ya que la cueva donde residían era muy estrecha para el gato, resulta que a este se le ocurrió ponerse al lado de la cueva y ladrar como un perro “jau-jau”… al salir los ratones de la cueva cogio el gato y se los jondio.
Ya jarto, con la barriga llena solo se ocurrió decir riéndose “Me he dado cuenta que en este país el que no sepa hablar dos idiomas se JODIO”.
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